«La dictadura que no existió»

El pasado 12 de julio, Fernando Schwartz publicaba un artículo en La Nueva España titulado “Mala memoria” y hablaba de “La necesidad de rememorar lo que ocurrió en la transición de la dictadura a la democracia” En el artículo arremetía contra quienes critican o juzgan como muy cuestionable la tan santificada “Transición”. Caía en un juicio y un sesgo que cada vez son más comunes en la sociedad y en: políticos, periodistas, contertulios y “opinadores” de radio y televisión que crean un discurso que el ciudadano de a pié copia y repite. Cuando se habla de “La Transición” se suele argumentar que “se hizo lo que se pudo, para evitar que los españoles se matasen unos a otros” por lo que se habla de “Reconciliación” entre españoles. Es como si la sacrosanta e incuestionable “Transición” se hubiese hecho en el periodo 1939/1975 y la cruel Dictadura del General Franco no hubiese existido.

 

Ha sido un éxito para el PP que ese periodo del S XX, que tanto ha condicionado nuestro actual sistema político y parlamentario, La Constitución, y sobre todo la Sociedad… se asocie a la Guerra Civil. Ya nadie habla, discute, cuestiona, condena la Dictadura… toda discusión se deriva a la Guerra Civil. Este olvido/manipulación de la Historia es lógico para el Partido Popular que fue fundado por varios ministros de Franco, que tiene como icono de la Democracia a Manuel Fraga Iribarne, ministro durante la dictadura y embajador en Londres cuando el dictador firmó sus últimas sentencias de muerte, ministro que fue enterrado en loor de multitudes y cuyo sepelio fue retrasmitido por TVE –la Televisión Pública- dos días seguidos. Pero… ¿Y el resto de la Sociedad… qué dice, qué opina? Pues… Muchos –los jóvenes sobre todo- despachan el debate moral e ideológico con un “En la guerra se cometieron abusos y crímenes por ambos bandos” Ya está, no me comprometo, passso del tema, que todos fueron malos. Tras esta respuesta, pregunto ¿Y lo que sucedió durante casi cuatro décadas después?… Encogimiento de hombros, no sé, no me interesa…

Es una pena que la mayoría de los españoles menores de 50 años no sepan quiénes fueron los generales Mola y Sanjurjo –de Franco sí saben, aún quedan retratos, bustos, calles que homenajean su figura- No saben qué hizo el general Queipo de Llano y sus radiofónicas arengas de odio y sugerencia de violaciones masivas a mujeres republicanas, decretos, el fusilamiento, la delación y la crueldad contra “los rojos”. No saben nada de la matanza de la plaza de toros de Badajoz… y tantos capítulos horrendos del avance de las tropas franquistas desde su desembarco. Pero, los que sí vivimos durante La Dictadura (algunos tuvimos el dudoso honor de que los curas de amplia sotana y crucifijo enorme sobre el pecho, nos sacasen del colegio para ver pasar al Caudillo de España por la Gracia de Dios en su viaje anual a Asturias para pescar salmones), nosotros, la generación de la posguerra no nos matábamos unos a otros, no nos odiábamos, no había dos bandos, tan sólo uno: el del miedo. Sobrevivíamos bajo el yugo de un régimen criminal que fusiló a miles de republicanos –y no republicanos, a gente sencilla- acabada la Guerra Civil.

Cuando, lenta y dificultosamente, se van eliminando los monumentos de exaltación franquista (esos que el PSOE del periodo 1982/1994 fue incapaz de retirar), se suelen reunir los mayores entorno al evento. Si alguien les pregunta –sobre todo si aparece una cámara de televisión y un micrófono- la respuesta es idéntica/clónica/aprendida/ recitada: “Por qué hay que quitarlo, si lleva muchos años ahí, si Franco es Historia” Con esa profunda, filosófica y trascendente sentencia/juicio de valor (“Franco es Historia”) se manifestaban algunos salmantinos –hace unos meses- ante la retirada del medallón con el relieve del siniestro dictador de la Plaza Mayor de Salamanca. No he escuchado a un solo periodista o vecino, que al oír semejante exabrupto, haya respondido: “Sí, también son Historia: Hitler, Mussolini, Stalin, Nerón o Calígula, y no hay monumentos de exaltación de ellos en Alemania o Italia”

Se ha tardado demasiado, ya es tarde… Hay una generación de jóvenes que ni conocen ni les interesan los 36 años de Dictadura Franquista. La desmemoria –y la manipulación de la derecha postfranquista- han generado un desconocimiento, un desinterés por saber: qué sucedió y qué se ha de hacer para evitar la pérdida de libertades que va goteando año tras año, ley tras ley, que estamos sufriendo desde 1975, cuando murió un dictador que nadie recuerda… ¿ni los ovetenses que han tardado decenios en quitar el medallón de Franco de la Plaza de España? Los represores de la Revolución del 34 en Asturias: general Goded, el general López Ochoa, que desde entonces recibiría el sobrenombre del “Carnicero de Asturias”, el oficial de la Guardia Civil Lisardo Doval Bravo el teniente coronel Yagüe- eran dirigidos por el general Franco.

La Transición ha sido/significado muchas cosas, entre ellas un ejercicio de amnesia colectiva (“amnistía colectiva, me decía un familiar”), un meter debajo de las alfombras y debajo de la cama los hechos, el recuerdo de la represión del franquismo.

Señor Schwartz: somos millones de personas con edad y memoria para recordar aquella época. No participamos en la Guerra Civil, no matamos a nadie, aunque sí sufrimos por los desmanes y brutalidades de un Régimen que el PP se niega a condenar. Ayuntamientos gobernados por este partido impiden eliminar las placas, monumentos y recordatorios del Jefe de Estado que firmaba sentencias de muerte tomando café (las últimas, meses antes de morir las tengo muy recientes).

Los perdedores de la guerra, tanto inocentes –muchos, que los hubo- y los que cometieron crímenes y crueldades en el bando republicano, fueron: fusilados, encarcelados, represaliados. Otros fueron al exilio, muchos sufrieron la exclusión, el paro y la pobreza al volver a sus pueblos, ciudades, haciendas y cortijos… Y ahora se nos pide se asociemos la Dictadura a la Guerra Civil, que hagamos un revoltijo y olvidemos todo. Los 36 años del franquismo no existieron, todo fue culpa de la Guerra Civil.

Ahora los miles de fusilados que yacen en “las cunetas” –como se dice-, al pie de los cementerios, en barracos y lugares desconocidos, claman por casi ochenta años de abandono y olvido. España es el segundo país del mundo –tras la crueldad asesina de los Jemers Rojos de Camboya – con mayor número de desaparecidos. Miles de fusilados acabada la Guerra Civil, casi todos civiles, que… ¿también han de caer en el olvido de la desmemoria vergonzosa de una Sociedad que “no quiere remover el pasado para reabrir viejas heridas”? ¿Por qué esta frase la repiten siempre los mismos? Ya nadie va a fusilar a nadie. Es tan sólo conocimiento de lo que ocurrió, que se sepa que no se repita. La ONU ha reclamado repetidamente a España que investigue tanto los crímenes del franquismo como los desaparecidos en la dictadura. Por su parte, la Comisión Permanente de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobó por unanimidad una condena del régimen franquista en la que instaba al Gobierno español, entre otras tareas, a crear una comisión de investigación sobre los crímenes de la dictadura.

El PSOE de Felipe González, que tuvo a la Sociedad, sobre todo a los más jóvenes, entregada/ilusionada, no hizo nada: le preocupaba más ocupar el poder (Ayuntamientos, Diputaciones, CCAA, el Gobierno de la Nación) que trasformar la Sociedad y acabar con lo que supuso el franquismo y la infiltración de este en los altos estamentos del Estado, en: la Economía, los Medios de Comunicación, la Sociedad Civil, la Iglesia Católica… etc.
No permitamos que se ignore lo que sucedió durante la larga y cruel Dictadura. No sólo fue la Guerra Civil; consecuencia de ella fue la enfermedad crónica que sufrimos durante 36 años y que ahora pocos recordamos. Otros prefieren pensar que no pasó, “eso está muy lejos”, “no hay que remover el pasado”, o “lo que pasó pasó y hay que mirar al futuro… al frente…” cualquier día nos dirán que hay que mirar… “Cara al Sol”.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

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